Elige su propia aventura: Capítulo 1

Era una noche cerrada, las nubes tapaban la luna y las estrellas se habían ido a dormir. En los cuatro kilómetros que separaban las dos urbanizaciones residenciales sólo se veía el vaivén de los faros de un coche. Era un amarillo oscuro que despedía un viejo coche francés con matrícula de Lyon. Trazaba las curvas con elegancia y se deslizaba con un ligero aullido de sus neumáticos desgastados. El motor ronroneaba sigiloso para no despertar a los pequeños roedores de campo ni molestar a los búhos que intentaban cazarlos. El conductor redujo la velocidad hasta detenerse en la cuneta derecha, paró el motor y se recostó sobre su asiento rascándose su barba cerrada. Las pequeñas arrugas de las manos delataban sus cuarenta y tantos. A los pocos segundos escuchó un ruido procedente de los matorrales que había junto a su coche. Como si supiera que eso iba a ocurrir, suspiró profundamente y se quejó:
-Vamos allá.

Se quitó el cinturón y bajó por la puerta del copiloto. Se acercó a los matojos y vio un cuerpo tumbado boca abajo. Se agachó para darle la vuelta y comprobó que se trataba de un joven de unos veinticinco años, con camiseta roja de manga corta, vaqueros y unas zapatillas verdes muy llamativas. El chico no reaccionaba a las palmaditas que le daba en la cara. Después de resoplar varias veces y chasquear la lengua en señal de desaprobación, el conductor agarró al joven y con dificultad se lo echó al hombro.
-Odio que me carguen siempre con el muerto -murmuró abatiendo hacia delante el asiento del copiloto.
Metió con poca delicadeza al joven en el asiento trasero y entró por la puerta del copiloto. Arrancó aquel Citroën Tiburón y condujo en silencio hasta una vieja casa con un jardín descuidado que quedaba antes de la siguiente urbanización. Tenía el aspecto de una casa abandonada donde no te atreves a buscar el balón de fútbol cuando, de pequeño y por accidente, decide colarse allí para poner a prueba tus agallas. Una vez en el jardín, esquivó el cambio de marchas y el freno de mano y salió por la puerta del copiloto. Volvió a echarse el joven al hombro, esta vez sin resoplar, y, tras abrir la puerta del porche, lo dejó caer sobre el sofá del salón. Se quitó la chupa de cuero y encendió el fuego de la cocina para preparar algo parecido a un té. El olor del brebaje despertó al muchacho que, aún medio atontado, giró sobre sí mismo varias veces con el fin de averiguar dónde estaba. Una voz le habló:
-Buenos días, Bella Durmiente -saludó el conductor.
El chico tardó unos segundos en contestar. Primero se pasó la mano por la cara un par de veces y carraspeó para aclararse la voz.
-¿Tú quién eres? ¿Dónde coño estoy?




Espero que os haya gustado el primer capítulo de la historia. Ahora os toca a vosotros proponer qué ocurrirá a partir de ahora. Tenemos a un tío misterioso que recoge a gente de entre los matorrales y a otro chaval no menos misterioso que aparece tirado en medio del campo. Tenéis hasta el lunes de la semana que viene para enviar vuestras propuestas. Las espero con ilusión. El martes que viene, el próximo capítulo.