Miguel respiró hondo y lo vio todo a cámara lenta. Miró cómo Nico empujaba la puerta fuertemente con la espalda y cómo el quicio se doblaba a cada golpe que recibía del exterior. Era cómo si un ariete a hombros de los habitantes del pueblo de Vlad el Empalador embistiera la puerta con ferocidad en busca del monstruo. Miguel apretó los dientes ante la mirada de auxilio de Nico y se abalanzó sobre la ventana. Los nervios se pusieron más juguetones de lo normal y a Miguel le llevó un rato cerrarla. De repente, los golpes cesaron y, tras unos segundos de silencio, una brisa recorrió el jardín, la alta hierba se dobló y no volvió a ponerse derecha. Nico corrió hacia la cocina.
—No dejes que entre por la ventana —le gritó.
Miguel cerró los ojos y empujó la ventana con los brazos. Pero la ventana ofrecía resistencia, vibraba constantemente y sin control. Algo la empujaba desde fuera y Miguel apenas conseguía mantenerla cerrada.
—¿Adónde vas? Ayúdame con esto, tío.
De pronto, Miguel notó una presencia justo delante de él, abrió los ojos y allí vio aquella cabeza flotante al otro lado de la ventana, con unos cabellos pelirrojos alborotados y una serie de vísceras que colgaban de su cuello.
La estampa lo dejó desconcertado, relajó sus músculos y a punto estuvo de ceder. Por suerte, Nico saltó el sofá y le ayudó a cerrar la ventana.
—¡No la mires a los ojos! —le gritó.
Nico arrancó las hojas de una planta que arrastraba por el suelo y las colocó alrededor de la ventana.
—¿Qué es eso? —preguntó Miguel cerrando los ojos para evitar mirar de nuevo a aquella cosa.
—Zarzaparrilla roja.
—¿Qué pasa? ¿Este bicho no bebe alcohol? —rió atemorizado mientras aguantaba los golpes de la ventana.
—Es una planta con espinas. Esto la mantendrá fuera.
—¿Por qué roja?
—Se me ha acabado la amarilla.
Pocos segundos después, consiguieron cerrar la ventana, los golpes cesaron y aquella cabeza flotante desapareció. Cuando Miguel quiso respirar aliviado y sonreír, Nico le soltó un puñetazo en toda la cara y lo lanzó al suelo.
—Pero ¿qué haces? —gritó Miguel con la mano en la mejilla.
—¡Quítate las zapatillas!
—¿Qué? ¿Por qué?
—Quítate las zapatillas —le gritó nervioso.
Miguel se sentó en el suelo y se quito una zapatilla.
—Y los calcetines.
Cuando se descalzó por completo, Nico le agarró el pie izquierdo y lo examinó detenidamente. Después hizo lo propio con el derecho. Miró el empeine, el talón, entre los dedos y la planta.
—¿Esto qué es? —preguntó señalando la planta del pie de Miguel.
—Una mancha de nacimiento.
Nico estiró la piel arrugada y observó con atención la mancha.
—¿Cómo has dicho que te llamabas? —preguntó sin quitarle ojo al pie.
—Miguel. Miguel Ángel.
Entonces, Nico desvió su mirada hacia los ojos de Miguel. Le soltó el pie y se quedó paralizado. Luego se llevó las manos a la cabeza.
—No, no, no.
—¿Qué pasa? —intervino Miguel.
—No puede ser. Pero ¿cómo me mandan a por ti? —se preguntaba nervioso dando vueltas por el salón de casa.
—Nico, ¿qué pasa? —decía Miguel mientras corría detrás de él calzándose de nuevo—. Nico, ¿qué era esa cosa?
—Era Penny.
—¿Penny?
—Sí, es como le gusta que la llamen. En realidad se llama Penanggalan. Es una criatura con forma de mujer que se alimenta de recién nacidos y mujeres embarazadas. Hizo un pacto con el demonio hace mucho tiempo, un pacto que rompió y por lo que ahora sólo puede comer eso. ¡Ah! Y el demonio está dispuesto a perdonarle y devolverle su alma si ella le lleva al ángel protector al infierno, que resulta ser el Arcángel Miguel, que, da la casualidad, de que eres tú. ¿Contento? Ahora, dime cómo salimos de ésta.
—Espera, espera. ¿Cómo que yo soy el Arcángel Miguel?
—A ver, te llamas Miguel Ángel, tienes la mancha del fuego en el pie y Penny te está buscando. ¿Necesitas más pruebas?
—¿Qué es eso de la mancha del fuego?
—Madre mía —suspiró Nico agachando la cabeza—. Vamos al despacho, necesitas un curso intensivo. Menos mal que tengo Internet. Y perdona por el puñetazo.
—Tranquilo, pegas como una niña. Ah, de paso me explicas cómo meo si no tengo polla.
Aquí os dejo el enlace para que conozcáis a Penanggalan:
http://www.linkmesh.com/vampiros/articulos/naturaleza_de_penanggalan.php
Espero que os haya gustado el tercer capítulo. Podéis dejar vuestros comentarios en el blog o en Facebook hasta el próximo lunes. El martes que viene seguiremos con el cuarto capítulo. Gracias por los comentarios que habéis escrito hasta ahora, los tengo en cuenta para la trama.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Un arcángel necesitará una espada... Una espada ígnea, si puede ser.
ResponderEliminarAdemás, seguramente Nico quiera saber por qué le han enviado a cuidar de Miguel e irá a preguntárselo a quien quiera que sea su jefe, pero no puede dejar al chaval desprotegido, por lo que va siendo hora de meter algún personaje secundario más.