El día 2 de julio salí de León con la mochila a cuestas y mi espíritu de caminante, que no de peregrino, buscando las conchas clavadas en la acera que me indicaran el Camino de Santiago. El peregrino realiza un viaje interior, quiere encontrar a Dios o encontrarse a sí mismo. Yo no quería encontrarme a nadie, mucho menos a un tío que veo cada mañana en el espejo, así que afronté cada etapa como un desafío físico con la única intención moral que me despierta el karma: lo que yo sufra durante el Camino, lo celebrarán mis seres queridos en sus casas y puestos de trabajo.
Llegué el domingo 11 de julio a la Plaza de Obradoiro de Santiago de Compostela, justo a tiempo para ver la final del mundial. Muchas personas que conocí durante mi viaje me hicieron pensar si no hay que estar un poco loco para andar este camino, pero otras, muy pocas, a lo mejor dos o tres, me hicieron darme cuenta de que, a veces, aunque no creamos en ningún ser superior, sentimos la necesidad de dar gracias por estar bien, por habernos recuperado o por ser felices. Y eso es lo que cuenta, al fin y al cabo, poder ser felices.
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Mola mola!
ResponderEliminarPero es una redaccion muy escueta. Yo se que puedes dar mas de ti y deleitarnos con mas anecdotas y cosicas!
Me has dado envidia, y no podria haberlo descrito de mejor manera. Yo, si lo hiciera, tambien sería caminante, no peregrino. Un abrazo paskito, de tu tenemenemenemenemenemene