Desayunamos un batido de chocolate y unas barritas energéticas con cereales y leche con la mente puesta en el puerto que tenemos que subir hoy. Hay mucha humedad, me pongo la chaqueta y comenzamos la etapa. Al poco tiempo, el cortavientos me da calor y me lo quito. Llegamos pronto a pie de puerto y decidimos echar una carrera. La estrategia es subir como si nos estuviéramos jugando el maillot amarillo del Tour y lleváramos a los escapados delante. Andreas se elige a Andy Schleck (por el nombre más que nada) y yo, claro está, a Contador. Subimos al mismo ritmo y vamos dejando atrás a gente que nos dice que así no se puede subir a Cebreiro y que dentro de unos metros nos vamos a tener que parar. Mi compañero de fuga y yo nos reímos y decidimos ir más lejos: quien llegue antes arriba, su país ganará esta noche la semifinal Alemania-España. Al final llego yo antes con unos metros de ventaja, pero como mi mochila sólo pesa 7 kilos y la de Andy 18, lo dejamos en empate y entramos a ver la iglesia de O Cebreiro. Antes de coronar, justo cuando entramos en Galicia y dejamos la provincia de León atrás, alcanzo a Santiago (no sé cómo lo hago, pero me lo encuentro en cada etapa), quien me pide que le haga una foto junto a una piedra que indica la entrada a Galicia. Para mí es un honor ser la persona que haya inmortalizado su undécimo paso por el alto de Cebreiro.
Una vez arriba, en el punto más alto del Camino, compro una postal que envío a los chicos del centro de fisioterapia y en la que les cuento que el tobillo está aguantando. De no ser por la rehabilitación, seguramente no habría podido venir. Andy y o nos olvidamos del Tour y decidimos llegar hasta Fonfría, no nos apetece caminar sendero abajo hasta Triacastela. Mejor guardar fuerzas para mañana, cuando pretendemos alcanzar Sarria y así adelantar un día respecto al horario preestablecido y, por tanto, coger el vuelo de vuelta a tiempo.
El albergue es el mejor, son 8 € pero no nos importa pagar esa comodidad. La cama es buena y el salón es amplio y tiene juegos de mesa. Echamos un par de partidas al ajedrez, ganamos una cada uno y después cenamos con Bernard y el chico gaditano. No tengo cobertura en el albergue y tengo que acercarme a una granja, junto a una vaca que pasta, para poder hablar contigo. Estoy nervioso por la final y no puedo esperar a que dé comienzo. Andreas también lo está, así que decidimos no hablar durante el encuentro.
Cuando acaba el partido y las cámaras se van con Puyol, Andreas me felicita y seguimos siendo amigos. Jaque mate a Alemania y el domingo espera Holanda.
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