lunes, 8 de noviembre de 2010
98, 99 y 100, ya voy
Arrodillado, colocó la palma de la mano izquierda en el esternón de quien estaba tumbado en el suelo. Con la derecha dio un fuerte tirón y sacó el cuchillo del pecho. Limpió la brillante hoja ensangrentada y guardó el arma en el interior de su chaqueta. No pongas esa cara, al menos tienes el honor de haber caído el último. Has estado a punto de salvar a todos tus compañeros, dijo limpiándose un corte en el labio que el caído le había causado con un puñetazo. Luego, se levantó y sorteó los diferentes cuerpos que yacían entre los escritorios de la sucursal. Pensó en aquella mañana, cuando le pidió a su banco que dejara de robarle, en cumplir el plazo que tenía para pagar si no quería que lo dejaran sin hogar. De entonces ya habían pasado cien días. La voz que escupía el megáfono del agente desde la calle ya no era cordial. ¡Vamos a entrar! Al menos, ahora, tendría un hogar.
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