Día para acabar o para empezar otra vez

Este fin de semana acabó el mundial de Fórmula 1, decimos adiós a los coches y a las motos hasta el año que viene. Igual que en 1938 acabó la Batalla del Ebro, igual que el sábado acabó una película, la de uno de los más grandes cineastas de la historia. Luis García Berlanga, cuya obra y vida ha sido reconocida en Valencia y España desde hace mucho tiempo, nos enseñó a burlarse de la sociedad sin que nadie se sintiera ofendido, de que sus películas pasaran la censura de un dictador. Hizo reír a partir del sufrimiento. Él buscaba la libertad y el cine era su forma de encontrarla. Esa búsqueda acabó el sábado para dejarle descansar. Pero también hay cosas que empiezan, como mi abuelo, que nació un 15 de noviembre de 1920 y que me enseñó tantas cosas sin necesidad de una pizarra y una tiza, que amaba el cine casi como Berlanga o más y por el que uno se emociona cada vez que consigue montar una pequeña película, como la que veréis esta noche en el Aula Magna de la Facultad de Humanas de la UJI, porque si algo tenían mi abuelo y Berlanga en común, aparte de la edad, era esa facultad de ser humano, de reírse de todo para que todos rieran con ellos.