A pesar de lo vivido aquella noche, Miguel pudo conciliar el sueño y dormir casi ocho horas del tirón. A la mañana siguiente, Nico lo esperaba a los pies de la cama.
—Venga, que nos vamos —le dijo lanzándole una tostada a la cara.
Con el desayuno y e intentando ponerse la chaqueta sobre la marcha, Miguel siguió a Nico hasta el coche. Cuando fue a abrir la puerta del copiloto para subir, le detuvo.
—Al coche, ¿o quieres que conduzca yo?
Nico le dio un pequeño empujón en el pecho, abrió la puerta del copiloto y subió al coche para después pasar al asiento del conductor esquivando el freno de mano y el cambio de marchas. Una vez con el cinturón abrochado, se puso las gafas de sol y metió la llave en el contacto.
—¿Subes o qué? —le gritó a Miguel.
—¿Por qué no subes por...?
—¿Por qué no subes por la otra puerta? —interrumpió Nico—. Pues, a lo mejor, es porque está rota. ¿O te crees que me gusta rascarme el culo con el cambio de marchas? ¿Tienes que hacer tantas preguntas, coño? Intenta averiguar la respuesta antes de hacerlas, verás como tú solo lo averiguas.
Miguel subió al coche y estuvo callado durante los veinte minutos de trayecto. Luego no pudo aguantar las ganas.
—¿Puedo preguntar una cosa? Te juro que he buscado la respuesta pero no la sé.
Nico simplemente siguió conduciendo y no dijo nada.
—¿Adónde vamos?
—A mi oficina.
—¿De qué trabajas?
—Soy desconsejero matrimonial.
—Será consejero matrimonial —corrigió Miguel.
—Será consejero matrimonial —repitió Nico con voz burlona—. Pues, no. Es desconsejero matrimonial. ¿Por qué piensas que lo sabes todo? ¿No puedes dejar de opinar en algo? ¿Te crees que he dicho desconsejero por error? No. Soy desconsejero matrimonial.
—Vale, perdona. ¿Y eso cómo funciona?
—Pues al revés que un consejero matrimonial. Es muy sencillo, solamente le digo a las parejas que vienen a verme que su relación no tiene futuro.
Nico aparcó el coche al lado de un supermercado a las afueras de una gran ciudad que ,tal y como había explicado Nico la noche que lo recogió, Miguel no conocía.
—La gente que va a terapia de pareja es porque su relación no funciona. Los consejeros matrimoniales les dan falsas esperanzas, sobre todo para que vayan a su consulta varias veces y, así, ganar más dinero. Yo simplemente les digo que deben romper y empezar una nueva vida por separado.
Nico le hizo un gesto con la cabeza para que saliera. Miguel abrió la puerta y bajaron los dos.
—Pero esto es un súper —comentó Miguel mirando el cartel de la entrada.
—Sí, tú te quedas aquí.
—¿Aquí?
—Sí, aquí. Con Nathan —sentenció Nico parado delante de la puerta automática.
—¿Quién es Nathan? ¿Y qué hacemos aquí parados?
—Esperar a que pase alguien y las puertas se abran.
—Pero si son de esas con sensor, solo tienes que acercarte y...
Miguel caminó hacia el supermercado y se hostió contra la puerta dejándose los morros y la frase en el cristal. Volvió sobre sus pasos con la mano en la boca y mirando cómo Nico se reía de él.
—No proyectamos sombra, no nos detectan los sensores de movimiento... —intentó explicar Nico.
Por fin una señora entró en el supermercado, las puertas se abrieron y los dos se colaron rápidamente antes de que se cerraran. Al fondo de uno de los pasillos, junto a los congelados, había un chico joven de pelo rizado y vestido con un mono de trabajo naranja. Junto a él, una chica de la misma edad aproximadamente, rubia y con coleta. De camino a ellos, Miguel todavía quería saber algunas cosas.
—¿Era Dios?
—¿Dios?
—Con el que hablabas anoche. Te oí sin querer desde el despacho.
—Ya, sin querer. No, era Gabriel.
—Gabriel, ¿el ángel?
—Sí, el mismo. Desde que le anunció a María que estaba embarazada se le ha subido la fama a la cabeza. Menudo hacha, si llevaba un bombo ya de seis meses cuando fue a verla, que... lo que hay que oír.
—¿Y qué es eso de la espada? —preguntó Miguel a pocos metros de la pareja de los congelados.
—Otro día te lo cuento. ¡Hola! —saludó a la chica—. Ya te puedes ir, gracias.
La chica sonrió ligeramente y le dio una palmada en el hombro a Nico. Luego se marchó sin mediar palabra.
—Nathan —saludó Nico.
El joven del mono naranja no se giró.
—Nathan —gritó Nico.
Aquel seguía mirando los congelados. Entonces Nico le dio una palmada en el hombro. El joven se giró, se llevó las manos a las orejas y se quitó los auriculares con los que estaba escuchando música.
—Hola, Nico. ¿Qué tal por Villamuerte? —sonrió.
—Muy gracioso. Este es Miguel, el Arcángel. Miguel, Nathan.
—¿El Arcángel? Joder si has cambiado. ¿Qué fue del árbol de la vida? ¿Lo cambiaron al final? —preguntó Nathan mientras le estrechaba la mano a Miguel.
—¿De qué coño habla este tío? —dijo Miguel mirando a Nico sorprendido.
—Es el nuevo, Nathan —le explicó.
—O sea, que no se acuerda de nada —sentenció.
—Pero te lo dejo un rato para que le refresques la memoria, ¿vale? —dijo Nico alejándose.
—Espera, ¿adónde vas?
—¿Siempre preguntas lo mismo? A trabajar, quédate con Nathan. Vendré dentro de un par de horas.
Nico salió del supermercado detrás de una familia cargada con las bolsas de la compra. Nathan pasó el brazo por encima del hombro de Miguel y le sonrió.
—Así que eres el nuevo.
—¿Y tú quién eres?
—Nathan, el ángel solitario. ¿Me acompañas a hacer la compra? —dijo cogiendo un carro de la compra.
—¿Solitario?
—Sí, por lo menos solía serlo. Pero tuve unos negocios con el demonio y ahora estoy maldito.
—¿Qué te pasa?
—Pues yo quería ser famoso, ¿sabes? —le explicó avanzando por el pasillo de los congelados—. Estaba hasta el culo de ir siempre solo por ahí, de esconderme cuando viniera alguien... le pregunté a Dios, pero pasó de mi cara, así que hablé con el demonio. Tomé el cuerpo del personaje de una serie de televisión que se hizo popular hace unos años.
—¡Coño! Misfits. Por eso vas de naranja. Ya decía yo que me sonabas.
—Sí. La putada es que a ese personaje se lo cargaron los guionistas en la tercera temporada, así que mi plan se fue a la mierda —comentaba mientras metía alimentos en la cesta y Miguel le ayudaba a arrastrar el carro.
—¿Y qué ha pasado?
—Mi acuerdo con el demonio era que podría ser famoso mientras el personaje estuviera vivo. Como ya no existe, tengo que pagarle mi deuda al demonio.
—¿Cuál es?
—Servirle. Pero siempre hay resquicios en los contratos conel demonio. Podía librarme si aceptaba la maldición, que, como ves, consiste en que debo estar siempre en compañía de alguien.
—¿Qué pasa si te quedas solo?
—Me convierto en azufre y voy directamente al infierno a servir al demonio.
—¿Qué putada? Oye, en la serie, Nathan era inmortal. ¿Tú no?
—Sólo tomé el aspecto físico, no sus poderes después de la tormenta.
Miguel siguió empujando el carro y se giró para hacer otra pregunta impertinente cuando, de pronto, vio a Nathan parado junto a las legumbres y mirando hacia la otra punta del pasillo.
—¿Qué haces ahí parado?
—¿Conoces a Penny? —preguntó.
—¡No jodas!
Miguel se giró y vio a su enemiga al final del pasillo, en su forma humana, vestida con un traje negro hasta las rodillas y apoyada en una estantería y sonriendo.
—¡Corre! —gritó Nathan empujando el carro de la compra hacia Penny.
Los dos salieron corriendo en dirección opuesta pero girándose tras unas cuantas zancadas para ver si Penny les alcanzaba. Miguel corrió mucho, tanto que temió dejar atrás a Nathan y verlo convertido en azufre.
Veremos qué les pasa a Miguel y a Nathan en el supermercado. ¿Los cogerá Penny? ¿Llegará Nico a tiempo para salvarlos? Haced vuestros comentarios y propuestas. Nos vemos dentro de 7 días.
Aparecerá Barry lanzando ráfagas de espinas para salvarlos de Penny??
ResponderEliminarJajajajaa, qué bueno! Esto me va gustando, ahora coges un personaje de Misfits?? QUé guay. Yo creo que Nico no los tiene que salvar, tienen que salir ellos solos del lío. Ojito con Penny
ResponderEliminarPues yo creo que Penny les da un toquecito y así ven lo peligrosa que puede llegar a ser y Miguel empieza a tomarse las cosas en serio.
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