Pues no voy bajando yo por Federico Soto y cuando estoy a punto de girar por Maisonnave, a la altura de la Cruz de los Caídos, se me cruza un chaval con camiseta de maga corta blanca y gafas de sol con la vista puesta en el escaparate del corte inglés (siempre con minúscula). Menos mal que la moto, aunque está vieja, aún frena.
-¡Pero, nene! -le grito levantando la pantalla del casco.
-¡Casi me matas, loco! -me responde todavía con las piernas temblando.
¿Que casi te mato yo, cabrón? Si te pillo te llevas un golpe, pero el que sale disparado de la moto calle abajo soy yo. Cuando estoy a punto de bajarme y decidir si le reviento los morros con el casco o con el puño, el chaval se quita las gafas y resulta ser Rafa, mi compañero de clase en el instituto.
-¿Rafa?
-Sí, ¿te conozco?
Y entonces me quito el casco.
-Claro, tío. Pablo, del Figueras.
-¡Hostia!
La moto se queda en medio del cruce, el casco en el suelo y Rafa y yo nos damos un abrazo. Que si cuánto tiempo, que si dónde paras, que cómo estás tan cachas él y cómo estoy tan alto yo... Ni siquiera Facebook ha podido mantenernos en contacto, sólo ha sido capaz un cruce de tráfico. Un simple vistazo para comprobar que él decidió cultivar su cuerpo y yo mi mente, pero que independientemente de eso, nos alegramos al vernos y podemos recordar viejos tiempos.
Le digo que estoy viviendo en Castellón, pero que he bajado a Alicante unos días y, ya que estoy, me quedo hasta el domingo y,de paso, voto.
-Yo no voy a votar, ¿para qué?
Y al oír esto se me ha caído el alma a los pies. Se me ocurren muchas respuestas, como "para que no hagan lo que les dé la gana con tu voto". Me lo esperaba de muchos, pero no de Rafa. Un día, cuando ya entraba el verano, la profesora de matemáticas nos prohibió ir a clase en pantalón corto. Las chicas sí podían llevar faldas cortas, pero los chicos ni tan solo pantalón pirata (por mucho que duela a la vista, lo preferíamos). Esa misma tarde, todos los chicos de clase nos reunimos y quedamos en ir al día siguiente en pantalón corto, todos. A todos se nos calentó la boca, casi hacemos pancartas y todo, nos fuimos a Encarta a buscar la vida del Che Guevara, etc.
A la mañana siguiente hacía mucho calor. Las chicas vinieron con faldas por las rodillas. Los chicos, con pantalón largo, vaquero o chándal. Sólo Rafa y yo llevamos bermudas, por lo que la profesora de matemáticas nos mandó a dirección a hacerle una visita al jefe de estudios, que ya nos tenía enfilados tanto a Rafa como a mí por nuestra "conducta poco diplomática", decía el muy capullo.
No nos colgaron unos libros pesados de las manos mientras llorábamos de rodillas con los brazos en cruz, ni nos hicieron bajarnos los pantalones para darnos unos paletazos en las nalgas. El castigo fue tan irrisorio que ni lo recuerdo.
Después de despedirme de Rafa, me he acercado al instituto donde estudié. He aparcado la moto fuera y he esperado a que sonara la sirena del recreo. A su señal, decenas de chicos en bermudas han salido de los diferentes pabellones a comerse sus bocadillos. No creo que fuéramos Rafa y yo quienes cambiaron eso, puede que al final el jefe de estudios entrara en razón o la razón se le abrió con tanto calor. El caso es que las cosas cambiaron y si muchos hacemos por ello, seguirán cambiando.
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