¿Y esto de qué va?

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martes, 14 de junio de 2011

Elige su propia aventura: Capítulo 6

Miguel corrió y corrió. Esquivó carros de la compra y tiró toda una pirámide de latas de tomate triturado que lo estaba pidiendo a gritos. «¿A quién se le ocurre poner esto aquí en medio?» pensó. Se giró una vez para comprobar que Penny no le alcanzaba y una vez más para asegurarse de que no dejaba solo a Nathan. La situación, de no haber sido tan preocupante para Miguel, habría resultado bastante cómica: un personaje de su serie de televisión favorita huyendo con un mono naranja de una pelirroja de dientes afilados. Chocó con un empleado del supermercado y cayó al suelo. Desde allí vio la cámara frigorífica y no lo pensó dos veces: se escondió detrás de los cereales y cuando vio pasar a Nathan lo enganchó por el mono. Ambos se tumbaron en el suelo y esperaron a que Penny pasara de largo. Y eso hizo, pero al volverse, los vio. Miguel le dio un tirón a Nathan y salieron corriendo hacia la cámara frigorífica. Cruzaron la pesada puerta y la cerraron antes de que Penny pudiera hincarles el diente. A pesar del grosor de la puerta, Miguel no se sentía muy seguro, pues oía las uñas de Penny arañar al otro lado. Nathan colocó una viga de hierro en un extremo de la puerta para que hiciera tope.
—¡Pizza congelada! —sonrió Nathan.
A Miguel aún le costaba respirar con normalidad después del carretón que se había metido. Miró a Nathan y no pudo más que apretar los dientes y cerrar el puño.
—¿Pizza congelada? ¿Tú has visto lo que tenemos ahí fuera?
—No puede entrar, buddy —rió dándole una palmadita en el pecho.
Nathan se dio una vuelta por la cámara frigorífica buscando algo de comer mientras Miguel intentaba calentarse un poco echándose el aliento en las manos.
—¿Cómo coño vamos a salir de aquí?
—Esto cierra a las nueve. Seguro que Penny se cansa antes. Tiene que comer y ya sabes lo que le gusta.
—Algo me ha contado Nico, sí.
—Pues eso, en cuanto oscurezca, irá al hospital y se zampará un par de recién nacidos con placenta de postre. Así les da un motivo a las madres para quejarse.
—¿Qué tienes contra las madres?
—Nada, sólo odio a las embarazadas y a las primerizas. Se creen que pueden quejarse por cualquier cosa por el hecho de “ser mamá”.
—¿Tú no te liaste con una tía preñada al final de la segunda temporada?
—Sí, y luego le canté un villancico al bebé.
—¿Qué ha sido de lo vuestro?
—No sé, a partir de la tercera temporada no salgo, por eso estoy aquí.
—Oye, tú eres irlandés, ¿no?
En la cámara sonó un móvil. Nathan se llevó la mano al bolsillo y contestó. Asintió durante unos segundos y luego le alcanzó el teléfono a Miguel.
—¿Para mí? —preguntó sorprendido —. ¿Diga?
—Hola —saludó una voz femenina al otro lado del teléfono—. ¿Vais a salir o pensáis quedaros ahí dentro todo el día?
—¿Penny? —contestó separándose de la puerta.
—Mira, guapo, antes o después te cogeré. No le des más vueltas, cuanto antes solucionemos nuestro problemilla, mejor.
Miguel miró hacia la puerta deseando que Penny no la atravesara o la abriera. Mientras, Nathan destapaba una pizza y le echaba ingredientes que iba cogiendo de una estantería.
—¿Y qué me vas a hacer cuando me cojas?
—Primero me gustaría echarte un polvo, pero como te has quedado sin polla… tendré que llevarte al infierno directamente.
—No, gracias —contestó justo antes de colgar.
—¿Por qué me pasas la llamada? —le increpó a Nathan.
—No le iba a decir que no estabas…
—¿Cómo tiene tu teléfono?
—Se lo pasaría Gabriel.
—¿Gabriel?
—Sí, me ha cogido manía. Dice que lo que hago no es legal y que debo ir al infierno, cosa que conseguirá si me quedo solo o si me pilla esa bruja —continuó mientras buscaba más ingredientes.
—¿A ti también te está buscando?
—Si me coge y me lleva ante Gabriel, el muy cabrón me despoja de este cuerpo y me manda al infierno. Y si me quedo solo me convierto en azufre y me voy al infierno. Lo mires por donde lo mires, voy a acabar fatal. ¡Aquí está, coño!
—¿Qué buscas? ¿Te estás haciendo una pizza?
—Para el camino.
—¿Camino adónde?
Nathan se aupó y alcanzó un bote de helado de café. Lo destapó y lo olió.
—¡Rico, rico!
—¿Vas a echarle café a la pizza?
—Ven aquí, Barry. Coge la pizza.
—No me llamo Barry.
—Ya lo sé, es el nombre que le pongo a las personas que me importan poco.
Miguel se acercó a Nathan. El ángel solitario le entregó la pizza y agarró el bote de helado con las dos manos.
—Cógete a mí y no te sueltes.
Miguel obedeció. Vio cómo Nathan agarraba el bote cada vez con más fuerza y se concentraba mirándolo fijamente, como cuando intentaba mover objetos con la mente en Misfits, antes de averiguar su verdadero poder.
—Nos vamos, tío —le sonrió a Miguel.
Lo siguiente que vio Miguel fue un despacho con un escritorio lleno de papeles. Todavía estaba agarrado a Nathan, quien sostenía cansado el bote de helado. La pizza que Miguel tenía en las manos estaba caliente, casi se las quemaba. Se apresuró a dejarla encima del escritorio.
—¿Acabas de teletransportarnos?
—Gracias al rico helado de café.
—¿Cómo coño lo has hecho?
—Soy el ángel solitario. Me dedico a romper las reglas.
—¿Las reglas de la física?
—No, coño. Las de la Pasarela. ¿Te ha contado Nico que no podemos beber nada que altere nuestro estado de ánimo?
—Sí, nada de alcohol ni cafeína.
—Eso es. Pues yo puedo utilizar la cerveza o el café para teletransportarme. ¡A que mola! —contestó sonriendo.
—¿Y dónde estamos ahora? ¿Y por qué la pizza está caliente?
—En la consulta de Nico. Las cosas se calientan, aún no sé por qué. Mira el helado de café —le dijo abriendo la tapa del bote—, se ha derretido.
Miguel salió de la habitación despacio con cuidado de no separarse mucho de Nathan. Recorrió la moqueta del pasillo de puntillas y en una gran sala vio a Nico sentado en un sofá enfrente de una pareja de mediana edad. «Estará desaconsejando a ese matrimonio» pensó Miguel. Al momento, sonó el timbre de un despertador. Nico se levantó, le estrechó la mano al hombre, le dio dos besos a la mujer y acompañó a la pareja hasta la puerta. Al cerrarla, vio a Nathan y a Miguel en el espejo de la entrada y dio un salto.
—Joder, ¡qué susto! ¿Cómo habéis entrado?
—Helado de café —sonrió Nathan buscando el mando de la tele.
—Estaba Penny en el supermercado —comentó Miguel.
—¿Otra vez? ¿Cómo te localiza tan rápido? Esto se está poniendo feo. Voy a llamar a Gabriel para que me devuelva la espada y te pondremos a entrenar ya.
—¿A entrenar?
—Mírate, no tienes ni puta idea de nada. Como te pille Penny y no estemos Nathan o yo para salvarte el culo, nos quedamos sin Arcángel.
Miguel respiró hondo y acompañó con la mirada a Nico, que cogió el teléfono del despacho para llamar a su superior. Algo le decía que iba a tener que entrenarse duro si quería hacer frente a su enemiga. Durante unos segundos tuvo miedo y deseó volver a su casa, con sus padres y su novia, a esa vida que había desperdiciado. Pero luego se llenó de valor y decidió plantarle cara a Penny y convencer a Nico y a Nathan de que podía sobrevivir en la Pasarela hasta que su trabajo quedara registrado en el cielo.


Espero que os haya gustado el sexto capítulo de la historia. Se aceptan propuestas para el entrenamiento físico y psicológico de Miguel. Os veo dentro de una semana.

3 comentarios:

  1. El entrenamiento físico debe incluir todo tipo de movimientos de combate con espada... la mayoría de los cuales a Miguel le costarán al principio, pero mejorará progresivamente.

    También deberá aprender a controlar sus emociones para pensar con claridad en situaciones de estrés, por lo que el entrenamiento psicológico incluirá acciones suicidas, como hacer un sudoku en mitad de una carretera, con los coches zumbando a 110 a su alrededor.

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  2. Me gusta lo del helado de café y que Nathan pueda encontrar vacíos legales. Lucha cuerpo a cuerpo contra Penny? La cosa se pone interesante. Muy bueno lo de los sudokus, Tido.

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  3. Por favor, que salga más veces Nathan, me encanta lo de que no tenga frío en la cámara y pueda teletransportarse con el café. ¿Saldrá algún otro personaje de Misfits? Besos

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