Me levanté temprano, hacia las seis menos cuarto de la mañana. Aun así, ya había gente preparando la mochila y cepillándose los dientes. Fui a la cocina del albergue, donde el hospitalero nos esperaba con un pequeño desayuno. Después, unos estiramientos, rellenar la cantimplora y a caminar.
Me pudo el ansia, que no me dejó ver que estaba en una ciudad como es León, donde las indicaciones para seguir el Camino no se encuentran a la primera, sino con paciencia. A las 6:30 h. deambulaba por la ciudad buscando el río Bernesga, sabía que al otro lado estaba la estación de tren y cerca de ella pasaba el Camino. Por fin lo encontré, pero enseguida me di cuenta de que llevaba demasiado ropa encima. A pesar de ser tan temprano, me quité la parte baja del pantalón y el cortavientos y la caminata comenzó a ser más agradable. Pronto me di cuenta de que llevaba un ritmo muy alto, pero estaba cómodo, no quería ir más despacio. La adrenalina, las ganas por llegar a Santiago y ver paisajes nuevos me aleceraban las piernas. Fui adelantando a todo peregrino que encontré. Temía que, en algún momento, el tobillo donde me hice un esguince hacía dos meses dijera basta y tuviera que buscarme un autobús para volver a casa.
De repente eran las 9:30 h. Llevaba tres horas caminando y aún no había parado, ni siquiera a beber. Hice un alto para almorzar y descansar el tobillo antes de continuar hasta San Martín del Camino, mi objetivo. Sin embargo, una vez allí, pensé que era demasiado pronto para terminar la etapa y no hacía tanto calor como para no seguir. Así que pregunté por el siguiente pueblo, que quedaba a 7 km. y continué la marcha.
Llegué a Hospital de Órbigo después de 31 km. de Camino (nunca había andado tanta distancia en un sólo día). Me hospedé en el albergue San Miguel, donde mi credencial recibió su sello correspondiente.
Primera etapa y primera ampolla, cerca del talón, pero por suerte no en la planta del pie, sino en un lateral. En plan superviviente, intenté curarla yo mismo. No salió bien, sólo diré que aún me duele. Horas después fueron llegando más peregrinos, sobre todo gente joven. Uno de ellos era Andreas, un chaval alemán de mi edad que había salido tres días antes desde Sahagún. Cuando ya te has preguntado de dónde vienes, dónde has empezado el Camino y cuándo, sólo hay una cosa que sirva como excusa a un español y un alemán para tomar una cerveza: un partido del mundial. Andreas y yo vimos cómo Holanda dejaba fuera a Brasil y cómo Luis Suárez se sacrificaba por su equipo provocando un penalty que Gyan mandó al larguero para que, más tarde, la selección charrúa se metiera en semifinales. Al día siguiente jugarían Alemania y España sus respectivos partidos, así que decidimos encontrarnos en Murias de Rechivaldo para verlos juntos.
Pero antes de eso, junto a Sophie, una chica sueca que llevaba ya muchos días en el Camino y solía hacer 40 km. por etapa, Andreas y yo nos dimos una vuelta por el pueblo. La calzada nos llevó hasta el puente de Paso Honroso. A partir de 1434, este puente fue escenario de batallas entre caballeros que querían cruzar el río, dado su punto estratégico en el Camino de Santiago, de modo que se convirtió en tradición y a día de hoy se todavía se celebra con un espectáculo medieval.
Con lo que sucedió más tarde en el último minuto del partido entre Uruguay y Ghana, Luis Suárez recordó al caballero leonés Suero de Quiñones diciéndole a su enemigo que por esa puerta no iba a pasar.
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