Después de un buen desayuno y de untarme vaselina en los pies para evitar ampollas, puse rumbo a Astorga. Justo antes de llegar, me encontré a un chico suizo con el que había coincidido el día anterior en el albergue de Hospital de Órbigo. Entramos juntos en Astorga a eso de las 10:00 h. y desayunamos un rico almuerzo del peregrino por 2€: churros, sandwich mixto, cola-cao y zumo.
Antes de seguir el Camino, me paré en una tienda de deportes para comprar unos bastones, esos palos me iban a hacer falta para las etapas de montaña. Y allí vi a Andreas, que acababa de llegar a Astorga. Compré los bastones y decidimos hacer el resto de la etapa juntos. Visitamos el centro de la ciudad y caminamos hasta Murias de Rechivaldo. Hablamos de fútbo, pero pronto nos interesó otro tema: las chicas. Andreas me contó cómo fue su relación con su ex. A medida que me iba hablando me daba cuenta de que era una copia exacta a mi primera relación seria. Allí estaba yo, en algún punto entre Astorga y Murias escuchando en alemán lo que tantas veces había sonado en mi cabeza en castellano. Fue el último empujón para acabar por cogerle simpatía. A nuestra llegada al albergue , Andreas y yo lavamos la ropa y nos fuimos a comer al restaurante, donde nos reiríamos de Maradona a cada gol de Alemania, sobre todo con el de Thomas Müller (ahora el Diego ya sabe quién es ese chaval con chándal que estaba a su lado en la rueda de prensa).
Por la tarde, los nervios no me dejaron descansar. Intentaba distraerme, hice algún vídeo del albergue, salí a echar un par de fotos al pueblo, preparé la etapa para el día siguiente, que iba a ser dura... pero mi cabeza estaba en otro sitio. Por primera vez, estaba convencido de que España podía clasificarse para semifinales de un mundial. Y después de un penalty en contra, un penalty que nos hacen repetir y otro que no pitan (sobre Cesc al rechace del segundo intento), un balón al palo y otro balón que tiene que pegar en los dos palos para poder entrar... después de todo eso, lo conseguimos. Unos chavales, la mayoría de mi edad, si no más jóvenes, metieron a La Roja en una ronda hasta entonces reservada para los grandes campeones.
Uno de los propósitos de mi Camino, irme lejos de mi familia y amigos para ganar el mundial (ya ocurrió con la Eurocopa mientras estaba trabajando el Menorca), estaba dando sus frutos. En semifinales esperaba Alemania y yo tenía que ver ese partido con Andreas, que si yo siento pasión por La Roja, no digamos lo que siente él por su selección.
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