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viernes, 23 de julio de 2010

5 de julio - 4ª etapa: El Acebo - Cacabelos (viejas glorias y baño en el río)

Somos los últimos en dejar el albergue. Andreas y yo nos despedimos de Pedro y marchamos calle abajo durante hora y cuarto hasta Molinaseca, donde un perro nos sigue escoltándonos. Le ofrecemos comida y bebida, pero la rechaza, parece que sólo quiere vigilar y asegurarse de que no nos pasa nada. Molinaseca es un buen lugar para descansar, pero el sol aún no calienta demasiado y decidimos continuar hasta Ponferrada, donde vemos alguna bandera que celebra el ascenso de la Ponferradina a Segunda División A. Si no hubiéramos encontrado a Santiago antes de llegar a esta ciudad, habríamos hecho dos kilómetros más. Santiago es un señor de Irún de 84 años que hace el Camino por undécima vez, siempre desde Saint-Jean-Pied-de-Port, en Francia. Al vernos tomar la ruta habitual, nos lanza un grito y nos aconsejó seguirle (la entrada a Ponferrada es más corta si sigues a un experto peregrino). La propia inercia y la buena indicación del Camino nos hacen salir del pueblo y llegar a Cuatrovientos, donde nos encontramos con Marie-Noël, una señora canadiense de Quebec muy alegre, y un señor francés. Almorzamos juntos un bocadillo de tortilla de patatas y seguimos por el duro asfalto entre pueblos.
Después de Camponaraya, cruzamos la A-6 y desaparece el asfalto. Nos adentramos en viñedos y maizales y caminamos bajo las sombras de altos árboles que forman bosques interminables. La llegada a Cacabelos se hace esperar, pero por fin llega. Antes de entrar en el albergue, Andreas y yo nos bañamos en el río Cua. Justo debajo del puente, hay un pequeño estanque y apenas se nota la corriente. Lo más extraño de bañarse en un río no es la temperatura (unos 15 grados), ni lo poco que cubre, sino que cuando te zambulles no se te queda el sabor a sal del mar, como estoy acostumbrado. Pagamos 5 € por el albergue de la iglesia que tiene cabinas dobles montadas a su alrededor y nos comemos una buena paella en el bar.
La tarde transcurre como todas, pero esta vez en el río: pequeña siesta, estiramientos para que no se engarroten los músculos, nueva entrada en el diario, peregrinos que vuelves a ver y gente querida que tienes lejos y empiezas a echar de menos. Menos mal que está el móvil y te sale gratis llamarme.

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