¿Y esto de qué va?

Blog de Pablo Rivera con enlace a sus libros, cortometrajes y monólogos que encontraréis en la columna de la derecha. Además, os mantendrá al corriente de sus actuaciones y podréis leer sus publicaciones más recientes en el muro del blog. Animaos a seguir el blog y a dejar comentarios en las entradas que Pablo actualiza semanalmente. Si eres gafaspasta, no te va a gustar ;o)

jueves, 5 de agosto de 2010

8 de julio - 7ª etapa: Fonfría - Barbadelo (get me away from here I'm dying)

Nuestro desayuno consiste en plátanos y magnesio. Otra cosa sí, pero rampas en los gemelos no tendremos ni una en todo el día. Justo antes de salir, empieza a llover como nunca antes he visto. Andy y yo nos miramos. Él pone cara de circunstancia y yo le quito la etiqueta a mi poncho (aún no lo he estrenado). Cuando parecemos dos pasas gigantes de colores y nos decidimos a salir del albergue, alguien cierra el grifo y deja de llover, sin avisar. No nos fiamos de este tiempo loco y echamos a andar con los chubasqueros puestos. A los veinte metros nos asfixiamos de calor y nos los quitamos. Desde aquí oímos a Zeus echarse unas risas a nuestra costa.
Al poco tiempo vemos un peregrino a lo lejos que viene en sentido contrario. Cuando nos lo cruzamos, nos damos cuenta de que es un chico que se hospedó con nosotros en Fonfría. Nos cuenta que se ha olvidado la cámara de fotos. Andy y yo nos miramos y pensamos lo mismo "a tomar por culo la cámara". Si me hubiera pasado a mí, habría llamado al albergue y le habría pedido al hospitalero que me la enviara a la siguiente ciudad a contra reembolso. Estoy yo como para hacer kilómetros gratis.
Llegamos a Triacastela con más hambre que el que se perdió en la isla. Un grupo de señoras que intenta ligar con Andy a través de mí (porque no logran entenderse con él) no hace más que elogiar nuestro ritmo. Nosotros buscamos una oficina de correos donde echar la postal que quiero enviar al centro de fisioterapia, pero no damos con ella. En este punto puedes seguir el Camino por San Cristovo do Real (si quieres hacer más kilómetros) o por San Xil (si te gusta la montaña). Andy y yo preferimos el puerto. Lo subimos con bastante comodidad pese a que hay una niebla que no deja ver tres metros más allá. Una señora con cuernos y vestida de marrón nos da un buen susto cuando, out of the blue, aparece delante de nosotros meneando su enorme cabeza. Nos echamos a un lado para dejar pasar al rebaño, pero las vacas bajan tan rápido que nos tenemos que apartar a la cuneta sin saber qué hay detrás de nosotros. Por suerte, antes de que caigamos por el precipicio, el pastor suelta un par de "carayos" y las vacas vuelven a su sitio.
El día transcurre nublado pero sin llover, perfecto para caminar. Antes de llegar a Sarria, paramos para almorzar. Y ¿a quién nos encontramos? A Santiago. Se sienta con nosotros a hacerse una caña y nos cuenta cómo transcurren los siguientes kilómetros. Otros peregrinos comentan por lo bajo que ese señor es ése del que todos hablan, que tiene 84 años y hace el Camino por undécima vez. Yo me siento importante porque estoy sentado a su misma mesa y, orgulloso, me hago una foto con él.
Andy yo seguimos la marcha. Llegamos a Sarria, una de las pocas ciudades de unos 15.000 habitantes que nos quedan antes de llegar a Santiago, pero nos vemos con fuerzas y decidimos continuar. Cruzamos un bosque oscuro, donde meditamos seriamente acampar para vivir en plena naturaleza, aunque sólo sea por un día. Luego pensamos en la humedad y preferimos llegar al siguiente pueblo. Antes de eso, nos encontramos a Tom, un chico de Dresde que comenzó el Camino Francés en Saint Jean hace un mes.
Nuestra etapa acaba en Barbadelo, cuando vemos a dos peregrinas disfrutando de un fuet en un jardín. Les preguntamos por el albergue que tienen a la espalda: es barato, y tiene camas. No necesitamos mucho más. Nos quedamos. Lo que nadie nos dice es que esa misma tarde caerá otra tromba de agua y un granizo respetable que nos mantendrá encerrados con una loca de Valencia que intenta enseñar español a una pareja de surcoreanos a través del inglés. Andy me dice "Scheiss drauf" (algo así como "a tomar por culo"), se pone la capucha y echa a correr 300 metros hasta el bar. Yo le sigo, cualquier cosa por escapar de la pesada.
Esa misma noche, Andy y yo tomamos la meditada y documentada decisión de acabar el Camino cuanto antes. Miramos en la guía que nos quedan 108 kilómetros para llegar a Santiago de Compostela. Nos planteamos hacer 35 kilómetros diarios y llegar el domingo a la capital gallega para ver la final del mundial. Antes de dormir, te llamo y te cuento lo de la loca, te hace gracia que me encuentre gente así en la otra punta del país. Nos reímos un rato y, por lo menos, puedo dormir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario